Por Fernando Loyola.
Desde hace una década hemos visto cómo la queja se ha ampliado y generalizado. “No se comprometen”. “No dan al máximo”. “No duran en sus puestos”. “No saben lo que quieren”. “No están listos para asumir responsabilidades”. Y eso es sólo lo que ellos “no”. La lista de lo que ellos “sí” es menos alentadora: “Quieren un ascenso – y un aumento – apenas sienten que saben algo de sus puestos”. “Son tan dispersos, que jamás lograrás captar su atención”. “Son insolentes”. “Son inestables”. “Son insoportablemente emotivos”.
Las generalizaciones no deberían de existir en el discurso organizacional. Este tipo de caricaturizaciones no solamente hacen daño (pues generan prejuicios y malas interpretaciones) sino que hablan más de quienes somos que de quienes estamos hablando.
Empecemos por el principio: ¿Son realmente todos así? Por mi equipo han pasado personas que desde el primer día me dijeron “No quiero un contrato largo. Déjame ver cómo me siento trabajando aquí, y luego nos ponemos de acuerdo”, pero también he encontrado a personas que me han dicho “Si me haces un contrato indeterminado, me quedo aquí con gusto hasta que se cansen de mí…” Pero sí hay una manera de lograr que todos tus millennials sean iguales: Escogerlos a todos con las mismas características. Sí, quizás tú los estás eligiendo así. Felicitaciones, y deja de quejarte.
En segundo lugar, vayamos por los “no”. “No se comprometen”. ¿Será que no les damos las razones y condiciones para que lo hagan? ¿O acaso pensamos que comprar un anillo de compromiso con un diamante gigante es garantía de un matrimonio seguro? ¿Qué pasa si en realidad no conocemos a esa persona (a la que le pensábamos entregar el anillo)? “NO dan al máximo”. ¿Qué significa eso? ¿En qué condiciones y criterios? ¿Ellos lo saben? “No duran en sus puestos”. ¿Esto conversa con la dinámica del mercado laboral? ¿Les estamos ofreciendo algo más que los demás? ¿Hacemos eco a sus necesidades, que no son las nuestras? Detendremos aquí el análisis, pues el punto aparentemente ya quedó claro, así que no me haré cargo de los “sí”, pero puedes seguir la misma lógica.
En tercer lugar, y más importante, esta excesiva focalización en los millennials nos ha privado de darle la bienvenida a la generación Z (o centennials). Sí. Llegaron. Y están dispuestos a cambiar las reglas de juego, para bien. ¿Cómo nos afecta esto? Depende. Si pensamos resistirnos, el efecto será devastador. Que nuestra experiencia con los millennials (que hoy son mayoría en el mundo laboral) nos sirva de lección. Si intentamos imitarlos, probablemente hagamos el ridículo. Pero, si tratamos de aliarnos con ellos, podríamos generar una dinámica de trabajo que nos lleve al siguiente nivel. La pregunta que resta por responder es: ¿Estamos preparados para este nuevo reto?